Ayer supimos de la triste noticia acaecida en Alemania. Un antiguo alumno de una escuela, de 17 años, irrumpió en esta vestido con un uniforme militar y un fusil ametrallador, atacando en varias aulas y acabando con la vida de 15 personas, 9 de ellas alumnos de entre 14 y 15 años.
No podemos si no recordar al suceso, si no más negro, si más famoso entre los tiroteos escolares: la tristemente famosa masacre de Columbia.
No han tardado las voces acusadoras en poner el dedo señalando a los videojuegos, toda vez que se ha sabido que el joven, que se suicidó después de acabar con la vida de las 15 personas cuando iba a ser retenido por la Policía, era aficionado a estos. Y yo me pregunto una cosa, ¿qué chico de 17 años no es aficionado a los videojuegos? La culpa de esta masacre la tiene sólo el chico, ya sea por un trastorno mental o por los motivos que le hayan llevado a cometer semejante barbarie, pero no podemos buscar culpables donde no los hay. Los videojuegos no crean a los asesinos.
Esta masacre es otra prueba más de que hay que poner un límite más estricto para la posesión de armas. No puede ser que un chico de 17 años pueda acceder a un arsenal de hasta 18 armas de fuego que su padre tiene, aunque sea de modo legal.
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